“Confiándonos hermanos para amar, Dios nos llama a vivir en comunidad ” (Const. 50): la vida común, es entonces “para nosotros Salesianos, un exigencia fundamental y un camino seguro para realizar nuestra vocación “(Const. 49). Con dos propuestas de lectio G. Zevini nos invita a hacer oración la vida salesiana y así aceptarla con reconocimiento como don de Dios y testimoniarla como “profecía en acción” (VC 85), ya que “toda la fecundidad de la vida religiosa, depende de la calidad de la vida fraterna en común”.
El análisis de dos de los tres sumarios relativos a la vida de la comunidad de Jerusalén es, lógicamente, el primer texto para orar. Lucas ha querido afirmar que en el inicio del ’vivir juntos’ de los discípulos, que poco antes habían traicionado a su Señor se puede ‘tocar’ la fuerza – el Espíritu – que ha resucitado a Jesús de entre los muertos. Una vida fraterna, tejida por las atenciones a las necesidades de los demás y el desapego de los bienes materiales, es la prueba tangible de una nueva vida y hace especialmente eficaz la proclamación del Señor Resucitado.
El Espíritu está el origen de la vida común y de su diversidad. Pablo tuvo que explicar a sus cristianos de Corinto que en su comunidad unidad de vida y multiplicidad de dones provienen de una única fuente, el Espíritu del Señor Jesús. La abundancia de carismas y ministerios sirven a la unidad de la fe y del culto. Pablo da normas para vivir en común los dones del Espíritu, pero no se sorprende de las dificultades surgidas precisamente a causa de estos dones. ¡Tener que lidiar con las crisis en la comunidad, podría abrirnos los ojos ante la presencia del Espíritu en ella!
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