Escritura y Camino

en Lc 24, 13-35 y Hech 8, 26-40

por Octavio Peveraro SDB.

Introducción

            Los términos ‘Escritura’ y ‘camino’ tienen un valor muy especial para todo el que vive una vocación bíblica. Ya sea el que se siente llamado al estudio sistemático de la Biblia como el que desea vivir una espiritualidad bíblica. Ambos hacen de la Escritura un camino insospechado de crecimiento con Aquel que es el inspirador del texto que se va desplegando en el andar de un pueblo.

            Lc 24, 13-35 y Hech 8, 26-40, son dos textos que presentan significativos paralelos. Uno de estos paralelos es precisamente el empleo de los términos “Escritura” y “camino”. En este escrito se mostrará como estos dos términos estructuran ambos relatos y por lo mismo los hace que sean dos historias que puestas una frente a la otra funcionen a la manera de un espejo.

            Desarrollamos el presente trabajo en cinco momentos. Primero se trata de la presentación del enunciado “escritura y camino” desde una concepción universal. Luego procedemos a presentar Escritura y camino desde la perspectiva bíblica. En tercer lugar, mediante el recurso de la paráfrasis[1], realizamos el análisis de Lc 24, 13 ss. y Hech 8, 26 ss. A continuación recogemos el resultado de la paráfrasis señalando los paralelos de ambos textos. Por último se desarrolla la exégesis de la Escritura como un camino de transformación.

1) Escritura y camino en las culturas[2]

            Escritura, camino y memoria son tres conceptos que forman un conjunto de relaciones. La escritura es uno de los medios privilegiados que ha logrado el hombre para registrar, conservar y transmitir sus hallazgos y creaciones más diversas.

            La figura del camino para indicar los avatares y las peripecias que le suceden al hombre, a la humanidad, a un sujeto particular, puede considerarse universal. En diversas culturas, en los albores de la historia, en la mitología de los pueblos, hallamos relatos que se refieren al andar, a los pasos que dan las criaturas, a los puntos a que van llegando, a los rumbos que van tomando. La vida, es considerada como camino, que comienza al nacer, o aún antes, y recorre tiempos y lugares hasta llegar a la meta, a un punto final, pasando por diversas estaciones. De las narraciones orales que componen las mitologías de los pueblos y sus culturas, en Oriente y en Occidente, se ha pasado a la conquista del bien simbólico más determinante de todos los tiempos, la palabra escrita, fijada en los comienzos en piedras o tablas y más tarde en pergaminos, papiros y libros.            La especie humana, según lo que nos dicen las Escrituras, fija su origen precisamente en el verbo: “al principio existía el Verbo” (Jn 1, 1). Es decir que también la metáfora de camino para los hitos cruciales de la humanidad está firmemente ligada a la palabra, oral primero, y escrita luego, con todos los desarrollos que nos son conocidos, hasta llegar a las sucesivas revoluciones tecnológicas, que van desde la imprenta hasta la invención del mundo digital. Ese camino, es recorrido, en escala singular, por cada hombre. Y la escritura deviene memoria, archivo fundamental del camino hecho por la humanidad.

2) Escritura y camino en la Biblia

            El vocablo camino es la figura que nos indica la experiencia del recorrido que un hombre, un grupo, una comunidad, despliegan desde el inicio de la vida hasta su término. ¿Cómo se registra ese andar, ese recorrido? Como hemos dicho antes, la memoria del camino es guardada en lo escrito; y eso mismo es lo que posibilita un devenir.

            Si bien no se trata aquí de hacer un inventario de la frecuencia –abundante- con que estos términos aparecen en los dos testamentos, nos parece oportuno nombrar siquiera dos de los textos del Antiguo Testamento que los albergan. Consideramos que ellos son claves para el propósito del presente trabajo.

            En Ex 32, 16 aparece por primera vez el sustantivo “escritura” en hebreo bT;Ûk.mi (miktab), que los LXX traduce grafh,  (grafē). Allí se presenta a Moisés quien rompe las dos tablas del Testimonio a causa del pecado de idolatría del pueblo (Ex 32, 15-24). Por otra parte en Gén 3, 24 aparece por primera vez el sustantivo “camino”, en hebreo %r,D, (derek), que los LXX traduce o`do,j (odos)[3]. Es el final del relato del pecado de los dos habitantes del Edén.

            En estos dos pasajes se establece un paralelismo, pues tanto escritura como camino se hallan en contextos de pecado y los dos hechos tienen consecuencias análogas, esto es, un impedimento. La Escritura rota trae como consecuencia que el pueblo de Israel no pueda caminar hacia su Dios. A su vez, en el Edén, el pecado de desobediencia es el obstáculo que impide transitar por el camino hacia el árbol de la vida. Vemos así la relación entre ambos términos en sendos pasajes bíblicos.

            Dichos términos se van a encontrarse en el texto sagrado por única vez en las narraciones de Lucas 24, 13 ss. y Hechos 8, 26 ss. aunque con una función diferente: en este caso, Escritura y camino constituyen dos elementos que conducen a la vida.

3) Escritura y camino en Lc 24, 13-35 y Hech 8, 26-40

            A continuación se presenta los dos textos bíblicos mencionados, en los cuales el camino culmina con un acontecimiento; y ese acontecimiento es la producción de una Escritura. En ambos textos la simetría opera como multiplicación de la fuerza transformadora que potencia el enunciado Escritura y camino.

Lc 24, 13-35

            En el relato participan sucesivamente los siguientes personajes: a) dos caminantes, de los cuales se da el nombre de uno; b) Jesús resucitado; y c) el grupo donde están los Once. La historia se desarrolla en tres instancias: i) en el camino de Jerusalén a Emaús; ii) en Emaús; iii) en Jerusalén. Lo que se relata transcurre en el mismo día en que Jesús resucitó.

i) Camino de Jerusalén a Emaús

            Los dos caminantes se dirigen de Jerusalén a Emaús conversando sobre lo acontecido a Jesús en esos días. Mientras van hablando se les aparece Jesús, pero sin ser reconocido por ellos. Jesús les interroga ¿de qué acontecimiento hablan ustedes mientras van caminando? Uno de los caminantes asombrado de la ignorancia del desconocido, le pregunta: ¿cómo es que no sabes lo acontecido en Jerusalén si de allí vienes igual que nosotros? Jesús insiste en su desconocimiento y les pide que le relaten lo sucedido. Uno de ellos comienza a contar todo lo referente a Jesús desde que inició su obra hasta la mentada resurrección. Cuando termina de contar la historia, Jesús responde a lo relatado con una nueva pregunta: “¿no era necesario que el Cristo padeciera todas estas cosas y entrara así en su gloria?” La unificación, en el verbo de Jesús, del Jesús narrado con el Cristo resucitado, brinda a los caminantes la confirmación del acontecimiento. Luego Jesús interviene como intérprete de las Escrituras comenzando por Moisés y continuando por los profetas. Esta interpretación dura el resto del camino.

ii) En Emaús

            Al llegar a Emaús, parecería que Jesús va a seguir de largo y ello provoca la reacción de sus acompañantes, quienes al advertirlo lo invitan a quedarse con ellos argumentando que el día ya acaba. Este gesto de hospitalidad indica un principio de reconocimiento de la identidad del desconocido, razón por la cual quieren retenerlo. Mientras comparten la mesa Jesús hace una bendición y un signo con el pan. De inmediato, y en ese mismo instante llega el reconocimiento, ya que el único con facultades para hacer esos gestos es Jesús (cfr. Lc 9, 16; 22, 19). Al punto, Jesús desaparece.

iii) De Emaús a Jerusalén

            Los dos caminantes regresan a Jerusalén para encontrarse con los Once y los que estaban con ellos. En este encuentro intercambian testimonios. Por una parte, los que estaban en Jerusalén relatan cómo Jesús, resucitado, se le apareció a Simón. Por otra parte, los dos caminantes cuentan cómo Jesús les explicó las Escrituras a lo largo del camino, y cómo lo reconocieron en el gesto del pan. Ambos testimonios presentan el proceso de transformación de todos –los caminantes y los otros- en discípulos, lo que acaece en el momento de sus respectivos encuentros con el Resucitado.

Hech 8, 26-40

            En el relato intervienen cuatro personajes: a) el ángel del Señor; b) Felipe; c) el eunuco etíope; y d) el Espíritu. La historia se desarrolla en un camino de desierto que va de Jerusalén a Gaza.

De Jerusalén a Gaza

            Felipe se encuentra en una ciudad de Samaria (Hech 8, 5); allí recibe, del ángel del Señor, la orden de levantarse y de ir hacia el sur por el camino desértico, que va desde Jerusalén a Gaza. Felipe obedece y en dicho camino se encuentra con un eunuco etíope, un alto oficial encargado de todos los tesoros de la reina de Etiopía. El eunuco, quien había estado en Jerusalén en la Adoración, va ahora de regreso a su patria leyendo al profeta Isaías.

            Felipe recibe una segunda orden, esta vez del Espíritu, para que se acerque al carruaje del eunuco. Felipe se pone a su lado y lo oye leer al profeta Isaías. Entonces le pregunta: “¿Entiendes lo que lees?” El eunuco advierte en ese momento su propia incapacidad y su necesidad de un guía. Es así que invita a Felipe a subir al carruaje para que sea el intérprete del texto de Isaías. La Escritura, portadora de un enunciado sobre la muerte, y de un enunciado sobre la resurrección, dice:

Como oveja fue llevado al matadero; y como cordero, mudo delante del que lo trasquila, no abre él su boca. 33 En su humillación no se le hizo justicia; ¿Quién contará su generación? Porque su vida es quitada de la tierra.

            En el trayecto por el ancho desierto el eunuco pregunta a Felipe si el profeta habla de sí mismo o de otro. La respuesta de Felipe consiste en contarle, a partir de esa Escritura todo acerca de Jesús y de la posibilidad en devenir su discípulo. En medio del páramo el eunuco divisa una fuente de agua, a lo que demanda: “¿qué impide que yo sea bautizado?” Sin esperar la respuesta de Felipe inmediatamente manda detener la carroza. Ambos descienden al agua y Felipe bautiza al eunuco.

            Así como en el relato anterior Jesús fue arrebatado a los discípulos, aquí el Espíritu arrebata a Felipe de la presencia del eunuco. Éste, transformado luego del sacramento, continua gozoso su camino. Felipe, transformado a su vez, marcha en dirección opuesta a Gaza, se detiene en Azoto, y pasa por otras ciudades dando testimonio del evangelio hasta llegar a Cesarea, al norte de la región de Samaria.

            Tanto el eunuco como Felipe viven una experiencia de transformación: uno porque sigue su camino con la nueva fe, y el otro porque sale relanzado a su misión de anunciar el evangelio.

4) Paralelos significativos[4]

            En ambos relatos se destacan los siguientes paralelos: 1) En el relato de Lucas aparecen los términos Escritura y camino; 1’) en el relato de Hechos se encuentran Escritura y camino. 2) Los dos caminantes van andando de Jerusalén a Emaús; 2’) el eunuco etíope va en camino de Jerusalén a Gaza. 3) Los dos caminantes van conversando sobre las cosas que habían sucedido en Jerusalén; 3’) el eunuco va leyendo un texto que probablemente escuchó en su estadía en Jerusalén. 4) La irrupción inesperada de Jesús; 4’) la aparición repentina de Felipe. 5) Jesús inicia la conversación con los dos caminantes a partir de una pregunta respecto de lo que van hablando; 5’) Felipe comienza la conversación con el eunuco con una pregunta de lo que escucha leer. 6) Los dos caminantes hacen una relato mesiánico de Jesús; 6’) el pasaje de Isaías que el eunuco va leyendo es un texto mesiánico. 7) Jesús les explica a los dos caminantes todo lo que hay en las Escrituras referente al Mesías; 7’) Felipe partiendo del texto de Isaías le explica al eunuco todo lo que hay del Mesías en la Escritura hasta anunciarle el evangelio de Jesús. 8) En el relato de Lucas hay una parada en el que se celebra un signo con el pan; 8’) en el relato de Hecho hay un alto en el camino en el que se celebra un signo con el agua. 9) Jesús, inmediatamente después del signo, desaparece; 9’) Felipe, luego del bautismo, es arrebatado de la presencia del eunuco. 10) Los dos caminantes con el corazón ardiente regresan a Jerusalén para dar testimonio del resucitado a los que están en Jerusalén; 10’) el eunuco sigue gozoso su camino con su nueva filiación y Felipe en dirección opuesta continúa con su tarea de dar testimonio anunciando el evangelio. 11) El carácter pascual del relato de Lucas, puesto que la historia que se narra sucedió el mismo día de la resurrección de Jesús; 11’) la historia de Hechos aconteció al regreso probablemente de una de las grandes fiestas de peregrinación, entre las que se cuenta la de Pascua, además se puede tener en cuenta el texto mesiánico de Isaías. 12) En la narración de Lucas se produce una transformación en los dos discípulos a través de la experiencia del camino y de la Escritura; 12’) en la narración de Hechos el eunuco experimenta una transformación en la experiencia que hace en el camino y con la Escritura..

            Como se constata en este elenco de analogías, Escritura y camino es el enunciado paralelo y convergente, que estructura ambos relatos, siendo el basamento del resto del tejido bíblico.

5) Escritura y camino: Experiencia transformante[5]

            Para que Escritura y camino sean una experiencia transformante se necesitan una exégesis y un exegeta. El término exégesis (del verbo griego evxhgeo,mai, guiar hacia fuera) es un concepto que involucra una interpretación crítica y completa de un texto, especialmente de Sagrada Escritura. La exégesis se presenta como la mostración de un texto a partir de un significado que se descubre en el despliegue de un camino. En los dos relatos lucanos se trata de una exégesis en la que los exegetas están involucrados como actores de la historia que se interpreta. Exegetas y destinatarios de la exégesis viven una experiencia de transformación.

a) Jesús exegeta de sí mismo

            En Lc 24, 27 el narrador dice que Jesús les interpretó lo que había sobre él en todas las Escrituras mientras iban de camino, comenzando por Moisés y continuando por los profetas. Basándonos en las palabras de Clemente de Alejandría, se puede afirmar que no hay mejor intérprete de una obra que el autor de la misma, es decir que se puede inferir que el mejor exegeta de la Escritura es el mismo Cristo, a quien se considera autor del texto revelado. Citamos el pasaje de Clemente de Alejandría en el cual arranca esta idea teológica: “Ahora bien, el exegeta de las leyes es aquel mismo a través del cual fue dada la ley; él es primer exegeta de los mandamientos divinos, el suscitado en el seno del Padre, el Hijo unigénito”[6]. Se puede decir que los dos caminantes de Emaús recibieron del autor mismo de la Escritura la mejor de todas las exégesis. Ellos mismos lo expresan cuando dicen: “¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos interpretaba las Escrituras?” (v. 32).

b) Felipe exegeta de Jesús

            En Hech 8, 35 se dice que Felipe toma la palabra y, partir de la Escritura que el eunuco venía leyendo le anuncia la buena noticia de Jesús. El anuncio que Felipe hizo de Jesús partiendo de Isaías fue tan convincente que el etíope pidió el bautismo, es decir pidió identificarse con Aquel que se le había anunciado. La tarea del exegeta es justamente poner al destinatario de la exégesis en comunión con el autor del texto, quien siguiendo con la lógica del texto de Stromata arriba citado, es Cristo. Pero para que el exegeta ponga al destinatario de la exégesis en comunión con Cristo, él mismo debe estarlo antes. En otro pasaje de Stromata se hace referencia a la labor del exegeta cristiano: “Ahora bien, anhelan que tengamos necesidad de un exegeta y de un guía; así también se apreciarían más y servirían a los dignos de ellas, y estarían menos expuestos al error, al recibirlas de los competentes como es debido”[7]. La verdadera exégesis está al alcance solamente de quienes la practican asiduamente, y de los que dan prueba conforme a la fe y a la vida[8]. El exegeta Felipe ha dado muestras claras de ser un buen intérprete, puesto que ha conducido al eunuco a la asunción de una nueva filiación.

c) La exégesis como transformación

            En el caso del exegeta Jesús, quien interpreta la Escritura en el anuncio del evangelio a lo largo del camino de la Galilea hacia Jerusalén, experimenta la transformación de su exégesis en la misma resurrección (cfr. Lc 24, 26). En el caso de Felipe, éste experimenta la transformación desde el momento en que se encuentra anunciando el evangelio por las ciudades hasta llegar a Cesarea, donde permanece y es identificado como “el evangelista” (cfr. Hech 21, 8).

            A partir de esta base escriturística es que se puede afirmar que el exegeta, al realizar la exégesis de la Escritura, en el arduo camino de interpretar un texto experimenta la fuerza de transformación que emana de la Palabra de Dios. De esta fuerza transformante de la Palabra encontramos muchos testimonios en el camino de la Escritura desde Abraham hasta el último de los profetas. Pero también se puede verificar esta fuerza transformadora en todos aquellos que asumen la tarea de la exégesis.

            Si es cierto que la exégesis opera una fuerza de transformación en quien la realiza, también es cierto que esa misma fuerza opera en el destinatario de esa exégesis. Es por ello que la tarea del exegeta tiene una clara finalidad: operar la transformación en sí mismo y en el destinatario de su tarea.

            Concluyo con un poema de Susana Romano Sued, una de cuyas posibles lecturas se puede hacer en clave de Escritura y camino. Parafraseando la primera estrofa se puede decir que el camino es como la memoria que se lega de un viviente a otro, y que la escritura es la memoria de memoria. En la encrucijada de ambos es como se va tejiendo la historia.

Castellano: Mosaico de Lenguas

Si lo hablado es memoria en la palabra
y lo escrito memoria de memoria
en el poético decir se labra
la doble marca que se llama historia.

Y la lengua se teje en otras lenguas
con hebras de tramado castellano
mosaico de las voces que sin mengua
nombran la esencia y también lo vano.

Cada decir con los decires suma
todo el idioma y todas las presencias
y el castellano leve como espuma
lleva el peso de numerosa herencia.

En el hebreo dice de hermosura;
en el sefaradí de la mancura;
y en el talit sagrado la blancura;
y en el Libro consagra la escritura.

Y pliega en capas y mantos de leyendas
de lágrimas, dolores, y de ofrendas
el salmo, el versículo, el poema
el largo cuento y el tenaz emblema.


[1] Paráfrasis significa interpretar un texto ampliando la explicación del contenido para aclararlo y facilitar su comprensión. La paráfrasis se ha utilizado históricamente desde la antigüedad en la exégesis de textos literarios, es decir, de obras que por su belleza e importancia son relevantes para que los conozca un grupo social.

            Se recurre a la paráfrasis como un medio didáctico, como estrategia para obtener información. El exegeta, después de leer algún texto a parafrasear, hará uso de la sinonimia e interpretará el texto objeto de estudio, ampliando la extensión del mismo y vertiéndolo en sus propias palabras, pero conservando la significación de las ideas contenidas.

[2] Colaboración de la Dra. Susana Romano Sued.

[3] Cuando se dice por primera vez se entiende en el orden en el que actualmente se encuentran en el texto y no en el sentido de que fue la primera vez que fue escrito en un texto bíblico.

[4] Atribuimos, para la comparación, la signatura numérica 1)-1’), 2)-2’), y así sucesivamente.

[5] Esta parte final del trabajo tiene su apoyatura en textos de Clemente de Alejandría, ya que fue el primero en identificar al exegeta y su tarea.

[6] Strom I, 169, 4. Cito según la edición de M. MERINO RODRÍGUEZ, Clemente de Alejandría, Stromata I. Ciudad Nueva, Madrid 1996. 

[7] Strom V, 56, 4. Cito según la edición de M. MERINO RODRÍGUEZ, Clemente de Alejandría, Stromata IV-V. Ciudad Nueva, Madrid 2003.

[8] Cfr. Strom V, 56, 3.

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